En medio de la nada, entre chanchos y bajo un sol abrasador, venían a mi mente los saltos y colores de los dos hermosos dorados conectados por Gerard momentos antes.
Cada lanzado suponía una explosión de adrenalina que me transportaba a otra dimensión y así, pasaba la mañana probando los streamer de Nacho y Juanan con la esperanza de conectar mi primer dorado. Con el paso de las horas, ya andaba un tanto desesperado ante la incomodidad del equipo que estaba utilizando, concretamente las líneas pues vine con lo que tenia y no con lo que debía.
Por un momento paré, abrí las cajas de Gerard rebosantes de moscas Andino, me acerqué a él y con un cierto tono de desesperación le dije “Por favor Gerard, elige una mosca para mi” Me miro con cara de pocos amigos pero no articulo palabra, todo lo más que hizo fue coger un streamer negro y rojo, cual morenita, y acercármelo.
Cargado de nuevo con toda la energía del Paraná y la sabiduría de Gerard en forma de mosca, ando decidido a coger mi primer dorado a mosca. Mientras, Lucas sitúa la lancha a unos 15 m de la barranca enciende el minikota y empieza una deriva lenta aguas abajo. Aprovechando que Gerard estaba cambiando el streamer decido lanzar aguas arriba y bien pegado a la barranca, línea floja con el fin de que la mosca baje lo máximo posible y cuando calculo que está enfrente de mi y a la profundidad deseada, empiezo a estripear tensando toda la línea y haciendo derivar la mosca en línea con la barranca.
De repente siento un parón brutal en la mosca, mi corazón se acelera y el tiempo pasa lentamente, es como si todo transcurriese a cámara lenta. No doy crédito a lo que esta sucediendo, clavo de codo 3 veces por si las 2 primeras no fueron efectivas, juraría que era un pez, pero esa cosa no se mueve y empiezo a pensar en un palo. Decido tirar con fuerza de la línea que sigue sin moverse al comprobar que todo deriva a la misma velocidad de la lancha, entonces espeté ¡Cojones! ¡Este es gordo!
Momentos después me sentía pleno liberando lo que fue mi primer dorado.
